jueves, 1 de marzo de 2012

CARTÍLAGOS Y TENDONES.

Hoy he venido aquí a hablaros de las chuches que más odio, sí.
Pero antes voy a comunicaros que sigo viva, y que saqué un notable en el examen de Matemáticas del que me quejaba en la entrada anterior y un sobresaliente en el de Química, como una señora.

En fin, a lo que vamos:

5. Los tiburones.

Así, pixelados, que dan vergüenza.


Estas chuches por una razón u otra siempre estaban duras. Juraría que es mucho más fácil morder a un tiburón blanco mientras nada con un dentadura postiza. Además, no sabían a nada y siempre acababa mordiéndome la lengua y ahogándome con mi propia saliva. Autismos a parte, la única razón por la que compraba estas herramientas de tortura de la Santa Inquisición es porque, desde pequeñita, siempre he sido una gran fan de los tiburones y me sentía muy malvada si me comía uno.Yo soy así, no intentéis cambiarme.

4. Los huevos.

La clara casi me mata, varias veces.

Entiendo que hagan chuches con forma de tiburón, pero de huevo frito, ¿en serio? El simple hecho de pensar en un hombre trajeado presentando esta idea ante su jefe resulta desconcertante. Es que no lo entiendo, no lo entiendo.
Pero, por si no fuese suficiente, algún genio decidió más tarde que mejor hacerlos a tamaño real. Claro. Gran idea. Sigue así.

3. Las fresas.

La chuches favoritas del anticristo.

Odio las cosas que pretenden saber a fresa y no saben a fresa. ¿Acaso no existe ya suficiente sufrimiento en este mundo como para  hacer chuches de fresa que saben a tendón de fauno? Mi teoría es que los fisiócratas pretenden de esta manera influenciar a los niños desde pequeños. Pues, perdonad que os diga pero no funciona.

2. La Coca-Cola.

¿Y el verde? ¿De dónde coño se sacan el verde?
La razón por la que odio incondicionalmente esta chuche es por, básicamente, la misma razón que odio las fresas: el engaño. Intentan controlar nuestras mentes, confundirnos desde pequeños. Pero, los niños no somos tan tontos como los adultos pensáis, estas cosas las olemos. Sí. Así que dejad de empalarme con cosas que saben a cola porque el sabor a cola - y todo el mundo sabe esto- es un invento del Corte Inglés.

1. La dentadura.

Esta imagen, no para de repetirse en mis pesadillas.

Bueno, y aquí estamos, la peor chuche, con un sabor infernal. Una chuche que todo hijo de vecino se colocó en la boca. Porque todos hemos hecho la subnormalidad de decir: ''Eh, mirga, sog ung vampgiro.


Así, precisamente.

Eran, pues, unos juguetes muy guays, porque a mí con eso ya me tenías distraída tres horas. Pero cuando acababas de babear la dentadura y procedías a comértela la cara de asco puro que creaba su contacto con mis, muy exigentes, papilas gustativas te quitaban la tontería.